viernes, 19 de febrero de 2010

Arrollando en Bilbao.

Elha Kovacs

No son tan majestuosos y multitudinarios como los de Río ni tan llamativos y pintorescos como Mardi Gras, pero los carnavales de Bilbao tienen un encanto especial. Y ese encanto tal vez tenga que ver con su sencillez, con la forma en la que, quien tiene el privilegio de asistir se lo puede apropiar, hacerlo suyo.

El carnaval de Bilbao es un espectáculo que protagoniza la gente que habita esta ciudad. Las cuadrillas de amigos, las familias, viejos y niños, hombres, mujeres, homosexuales, se preparan, con algo de antelación, para salir a la calle con sus originales disfraces. Por la Gran Vía desfilan las carrozas, mostrando la diversidad y apertura de una ciudad habitable. El desfile termina pronto y sigue la fiesta en los bares, que es decir en la calle.

Mientras vivo por segunda vez esta experiencia me regocijo por la fortuna de experimentarla en familia, pero en silencio me pregunto cómo pudo morir en Cuba el carnaval.

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