Trailer del documental Líbranos del Mal. Muestra una de las tantas atrocidades cometidas por los nuevos amigos de los Castro.
lunes, 24 de mayo de 2010
Algo huele mal.
Las iglesias cristianas cubanas, tanto protestantes como católicas, siempre han tenido posiciones algo tímidas respecto de la dictadura castrista. En algunos casos sus actitudes han rozado el ridículo, resultando casi inevitable no pensar en algún tipo de oportunismo institucional. En los primeros años del gobierno revolucionario las relaciones con la iglesia católica tuvieron amargos episodios que devinieron en una especie de tregua en la guerra por el Dios a venerar, Marx o el de siempre.
Inevitablemente se impuso el alemán y la jerarquía católica se limitó a patalear por la preponderancia perdida. Con vocación de plañidera, lamentaba los preciados bienes arrebatados mientras Cuba se hundía en el descalabro valórico al que solo conduce la falta de libertades elementales. Las iglesias cerraron sus puertas, quizá esperando días mejores o a lo mejor aguardando por el fin de los tiempos. Castro se hizo con la mayoría de almas, corderos que habían sido abandonados por sus pastores.
El tiempo trajo la caída del dios adoptado. El comunismo sucumbió como una epidemia ante la vacuna del sagrado mercado. El dictador caribeño, inescrupuloso por excelencia, centró su mirada nuevamente en las instituciones religiosas. Le dio preponderancia a las protestantes, al fin y al cabo podía validar a Lutero como un agente subversor de los poderes establecidos y estas iglesias nunca habían sido rivales directos. El papel de los líderes protestantes se volvió patético, en aras de degustar un pedazo ínfimo del pastel del poder, se volvieron un elemento más del circo castrista. Es difícil olvidar a Raúl Suárez, por esa época presidente del Consejo Ecuménico cubano, como único votante público en contra de la pena de muerte en la Asamblea Nacional del Poder Popular.
En esos tiempos de acercamiento, la iglesia católica se limitó a servir de intermediaria entre la opresión y la caridad mundial. Comenzó a repartir, fuertemente vigilada, las ayudas internacionales que pretendían aliviar la crisis del pueblo cubano, una crisis en la que ellos hicieron muy poco por evitar. A diferencia de otros países del continente, donde la iglesia católica fue un actor fundamental en la lucha contra las dictaduras locales – como es el caso de Chile- la cubana ha tenido una actitud pasiva, contemplativa y de poco compromiso con el sufrimiento de sus seguidores. Ahora, cuando el poder da señales de debilidad, aparece como salvadora y comprometida. El Castro menor crea la ilusión de que cede, la iglesia de que interviene. ¿Cuáles son las monedas de cambio? Solo Dios lo sabe. Esperemos que no sea el alma de la nación cubana.
Inevitablemente se impuso el alemán y la jerarquía católica se limitó a patalear por la preponderancia perdida. Con vocación de plañidera, lamentaba los preciados bienes arrebatados mientras Cuba se hundía en el descalabro valórico al que solo conduce la falta de libertades elementales. Las iglesias cerraron sus puertas, quizá esperando días mejores o a lo mejor aguardando por el fin de los tiempos. Castro se hizo con la mayoría de almas, corderos que habían sido abandonados por sus pastores.
El tiempo trajo la caída del dios adoptado. El comunismo sucumbió como una epidemia ante la vacuna del sagrado mercado. El dictador caribeño, inescrupuloso por excelencia, centró su mirada nuevamente en las instituciones religiosas. Le dio preponderancia a las protestantes, al fin y al cabo podía validar a Lutero como un agente subversor de los poderes establecidos y estas iglesias nunca habían sido rivales directos. El papel de los líderes protestantes se volvió patético, en aras de degustar un pedazo ínfimo del pastel del poder, se volvieron un elemento más del circo castrista. Es difícil olvidar a Raúl Suárez, por esa época presidente del Consejo Ecuménico cubano, como único votante público en contra de la pena de muerte en la Asamblea Nacional del Poder Popular.
En esos tiempos de acercamiento, la iglesia católica se limitó a servir de intermediaria entre la opresión y la caridad mundial. Comenzó a repartir, fuertemente vigilada, las ayudas internacionales que pretendían aliviar la crisis del pueblo cubano, una crisis en la que ellos hicieron muy poco por evitar. A diferencia de otros países del continente, donde la iglesia católica fue un actor fundamental en la lucha contra las dictaduras locales – como es el caso de Chile- la cubana ha tenido una actitud pasiva, contemplativa y de poco compromiso con el sufrimiento de sus seguidores. Ahora, cuando el poder da señales de debilidad, aparece como salvadora y comprometida. El Castro menor crea la ilusión de que cede, la iglesia de que interviene. ¿Cuáles son las monedas de cambio? Solo Dios lo sabe. Esperemos que no sea el alma de la nación cubana.
martes, 18 de mayo de 2010
¿Qué hacías allí?
A Danays Bautista
Cantaba en los pasillos del metro. El mundo le llegaba sin imágenes, a través de sensaciones oscuras. Ella devolvía sus impresiones con acordes de guitarra y cantos. Entre multitudes que corren sin sentido colaba su voz, su figura voluptuosa de caribeña errante. Allí estaba, lejos de una realidad donde el odio de un traidor convirtió al presente en un invidente incapaz de imaginar un futuro.
Saltó desde una falacia de medio siglo, ángel caído del paraíso inventado, desde la mentira más burda, desde el desgarro absoluto. Vino a una ciudad ajena víctima de la miseria provocada, con más desventajas de las que ya le tocaban. Cantaba por limosnas, retribuciones que toman el sentido de la libertad, de la esperanza. Huyó desde la utopía abortada, ahora la suerte se empeña en cercenarle la felicidad, pero su canto se ha hecho grande. Su vida es una denuncia, otra vergüenza para la atrocidad del castrismo.
Cantaba en los pasillos del metro. El mundo le llegaba sin imágenes, a través de sensaciones oscuras. Ella devolvía sus impresiones con acordes de guitarra y cantos. Entre multitudes que corren sin sentido colaba su voz, su figura voluptuosa de caribeña errante. Allí estaba, lejos de una realidad donde el odio de un traidor convirtió al presente en un invidente incapaz de imaginar un futuro.
Saltó desde una falacia de medio siglo, ángel caído del paraíso inventado, desde la mentira más burda, desde el desgarro absoluto. Vino a una ciudad ajena víctima de la miseria provocada, con más desventajas de las que ya le tocaban. Cantaba por limosnas, retribuciones que toman el sentido de la libertad, de la esperanza. Huyó desde la utopía abortada, ahora la suerte se empeña en cercenarle la felicidad, pero su canto se ha hecho grande. Su vida es una denuncia, otra vergüenza para la atrocidad del castrismo.
domingo, 16 de mayo de 2010
Sonrían, los estamos observando.
Yoani Sánchez ha publicado en su blog grabaciones de audio en las que se puede escuchar lo sucedido en una de sus tantas detenciones. Según sus palabras fue detenida por personas vestidas de civil y con el amparo de la policía local. Personalmente no puedo evitar sentir un especie de ira dolorosa. La bloguera cubana se defiende sólo con palabras certeras y llenas de profunda civilidad. Resulta indignante imaginar la endeble figura de esta mujer siendo vapuleada por sicarios asesinos, émulos de esas hienas despiadadas que sembraron el terror en las cruentas dictaduras latinoamericanas incluida la batistiana.
A estos abyectos seres no me gusta llamarles marionetas, porque el hecho de no tener autonomía les puede conceder algún tipo de perdón. Ellos no son entes sin voluntad propia, si golpean a mujeres, torturan bajo el amparo de la dictadura en oscuras mazmorras, odian sin piedad y en mas de alguna ocasión asesinan con métodos ocultos, lo hacen obedeciendo órdenes pero siempre con libre albedrío. Si lo hacen es porque están dispuestos, son bestias que sacian sus bajos instintos mientras degustan la carroña que les lanza el régimen como retribución.
Ha habido varios intentos de acumular información sobre los sicarios de la dictadura castrista. Las nuevas tecnologías permiten hacerlo. Fotos, videos, grabaciones de audio, ahora son factibles de realizarse fácilmente y así los asesinos quedan identificados. Por otra parte, también he escuchado a las voces oportunistas de siempre y supuestamente en aras de la sanación nacional, intentar detener estas iniciativas de acumulación de pruebas para lograr algo de justicia en el futuro. A veces no es necesario blandir una porra contra un cuerpo frágil e indefenso para convertirse en un esbirro desalmado.
Creo que la recopilación de pruebas debe continuar como una especie de control social. Invertir el proceso de vigilancia es inevitable, ahora son las víctimas las que deben observar y asediar a sus victimarios. Lo más probable es que los asesinos comiencen a enmascararse pero el acto desesperado sería tirar del último jirón que le queda a la manta manipuladora de la dictadura castrista. De una vez y por todas quedaría al descubierto frente a la bobalicona opinión publica que defiende la atrocidad, que la revolución cubana es sólo un régimen totalitario y despótico como cualquier otro. Cincuenta años de sufrimiento creo que ameritan hacer nuestro el sentimiento judío que exige que no haya ni perdón, ni olvido. Justicia tendrá que haber, acumular las suficientes pruebas minimizarán posibles errores. El que nada ha hecho no tendrá que temer.
A estos abyectos seres no me gusta llamarles marionetas, porque el hecho de no tener autonomía les puede conceder algún tipo de perdón. Ellos no son entes sin voluntad propia, si golpean a mujeres, torturan bajo el amparo de la dictadura en oscuras mazmorras, odian sin piedad y en mas de alguna ocasión asesinan con métodos ocultos, lo hacen obedeciendo órdenes pero siempre con libre albedrío. Si lo hacen es porque están dispuestos, son bestias que sacian sus bajos instintos mientras degustan la carroña que les lanza el régimen como retribución.
Ha habido varios intentos de acumular información sobre los sicarios de la dictadura castrista. Las nuevas tecnologías permiten hacerlo. Fotos, videos, grabaciones de audio, ahora son factibles de realizarse fácilmente y así los asesinos quedan identificados. Por otra parte, también he escuchado a las voces oportunistas de siempre y supuestamente en aras de la sanación nacional, intentar detener estas iniciativas de acumulación de pruebas para lograr algo de justicia en el futuro. A veces no es necesario blandir una porra contra un cuerpo frágil e indefenso para convertirse en un esbirro desalmado.
Creo que la recopilación de pruebas debe continuar como una especie de control social. Invertir el proceso de vigilancia es inevitable, ahora son las víctimas las que deben observar y asediar a sus victimarios. Lo más probable es que los asesinos comiencen a enmascararse pero el acto desesperado sería tirar del último jirón que le queda a la manta manipuladora de la dictadura castrista. De una vez y por todas quedaría al descubierto frente a la bobalicona opinión publica que defiende la atrocidad, que la revolución cubana es sólo un régimen totalitario y despótico como cualquier otro. Cincuenta años de sufrimiento creo que ameritan hacer nuestro el sentimiento judío que exige que no haya ni perdón, ni olvido. Justicia tendrá que haber, acumular las suficientes pruebas minimizarán posibles errores. El que nada ha hecho no tendrá que temer.
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