Toda la estructura social cubana es una madeja de engaños y en ella el sistema educacional cubano ha sido una hebra fundamental. A mediados de los años ochenta graves casos de fraude a nivel institucional comenzaron a menoscabar unos de los “logros” que más intentaba enarbolar la revolución cubana. Ante la normativa que se debía cumplir con el plan anual de aprobados, las direcciones de los establecimientos educacionales comenzaron a presionar a los profesores. Poco a poco los educadores se unieron a la locura y empezaron a ser parte de la falsedad. De pronto, toda la enseñanza elemental estaba plagada de alumnos geniales.
Por aquella época las respuestas a los exámenes eran dictadas por los profesores. No había suspensos y los alumnos con dificultades seguían avanzando de curso sin cumplir con los requisitos elementales. Recuerdo que en una beca las respuestas fueron transmitidas por la amplificación local. Ocurrió que la que dictaba era alumna y en una de las soluciones dijo por los altoparlantes H veinte – refiriéndose al agua- en vez de H2O. No fueron pocos los que copiaron la burrada.
Fue así que el fraude masivo se hizo norma. En el verano del 86 explotó el escándalo. Se prohibió, con las mismas maneras que se instauró. La debacle fue inevitable. La realidad demostraba que la mayoría del alumnado no cumplía con los requisitos básicos para aprobar los cursos en que estaban. Mi aula completa de noveno grado suspendió matemáticas. Después, unos cuantos aprobamos en el examen extraordinario. Ese año, ante la vergonzosa situación se realizó un tercer examen de manera excepcional. Sin embargo, la mediocridad del modelo cubano de educación ya había sido descubierta.
No recuerdo si por aquello hubo defenestración de culpables. Creo que merecían castigo, pero con la atenuante de que el principal responsable de la farsa fue y será un viejo loco que vive sumido en la ilusión de que es el redentor de Cuba.
Por aquella época las respuestas a los exámenes eran dictadas por los profesores. No había suspensos y los alumnos con dificultades seguían avanzando de curso sin cumplir con los requisitos elementales. Recuerdo que en una beca las respuestas fueron transmitidas por la amplificación local. Ocurrió que la que dictaba era alumna y en una de las soluciones dijo por los altoparlantes H veinte – refiriéndose al agua- en vez de H2O. No fueron pocos los que copiaron la burrada.
Fue así que el fraude masivo se hizo norma. En el verano del 86 explotó el escándalo. Se prohibió, con las mismas maneras que se instauró. La debacle fue inevitable. La realidad demostraba que la mayoría del alumnado no cumplía con los requisitos básicos para aprobar los cursos en que estaban. Mi aula completa de noveno grado suspendió matemáticas. Después, unos cuantos aprobamos en el examen extraordinario. Ese año, ante la vergonzosa situación se realizó un tercer examen de manera excepcional. Sin embargo, la mediocridad del modelo cubano de educación ya había sido descubierta.
No recuerdo si por aquello hubo defenestración de culpables. Creo que merecían castigo, pero con la atenuante de que el principal responsable de la farsa fue y será un viejo loco que vive sumido en la ilusión de que es el redentor de Cuba.
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