Ser disidente en Cuba requiere, además de un inmenso valor, una compasión que confluye al martirio. Las personas que escogen este camino no sólo se enfrentan a la visceral represión del sistema. También deben soportar la indolencia de un pueblo, que de tanto ser manipulado, ya no quiere reparar en los verdugos ni apoyar a los que se oponen a la fuente del sufrimiento cubano. Los disidentes están solos, luchan por una causa en la que los principales afectados prefieren pensar en otra cosa. Ni gobernar, ni ser gobernados, simplemente escapar.
Los que se oponen al castrismo en la isla no sólo deben lidiar con la indiferencia de su propio pueblo. Fuera de Cuba la dictadura parece haber extendido parte de su embrujo. Mientras el mundo repudia a regímenes totalitarios de toda índole, los Castro siempre alcanzan algún tipo de perdón. Las atrocidades que se cometen en Cuba y las víctimas que generan parecieran ser de otra clase. Un cubano perseguido, un prisionero político, un pobre loco muerto no generan las mismas sensibilidades que los de otras latitudes.
Las Damas de Blanco, mujeres que ejercen el derecho elemental de abogar por sus familiares reprimidos, muchas veces son denostadas incluso por movimientos que defienden causas muy similares. Tal es el caso de las Madres de la Plaza de Mayo y su fundadora Hebe de Bonafini. Esta argentina, señora de apariencia bonachona y hablar procaz, ha insultado de manera inadmisible a las cubanas. Las ha tildado de representantes de la muerte y el terrorismo. La señora Bonafini parece una amarga muñeca sobre las rodillas del ventrílocuo Fidel Castro.
Con estas declaraciones no solo se convierte en la voz de un dictador, también menosprecia al pueblo cubano. Según la argentina, nuestras víctimas no merecen ser defendidas y por ende respetadas. Sobre Bonafini vuelan sospechas de algunas atrocidades que ha cometido utilizando la causa de los desaparecidos argentinos. Esto deberá evaluarlo el pueblo argentino. Para el cubano solamente exijo respeto.
Los que se oponen al castrismo en la isla no sólo deben lidiar con la indiferencia de su propio pueblo. Fuera de Cuba la dictadura parece haber extendido parte de su embrujo. Mientras el mundo repudia a regímenes totalitarios de toda índole, los Castro siempre alcanzan algún tipo de perdón. Las atrocidades que se cometen en Cuba y las víctimas que generan parecieran ser de otra clase. Un cubano perseguido, un prisionero político, un pobre loco muerto no generan las mismas sensibilidades que los de otras latitudes.
Las Damas de Blanco, mujeres que ejercen el derecho elemental de abogar por sus familiares reprimidos, muchas veces son denostadas incluso por movimientos que defienden causas muy similares. Tal es el caso de las Madres de la Plaza de Mayo y su fundadora Hebe de Bonafini. Esta argentina, señora de apariencia bonachona y hablar procaz, ha insultado de manera inadmisible a las cubanas. Las ha tildado de representantes de la muerte y el terrorismo. La señora Bonafini parece una amarga muñeca sobre las rodillas del ventrílocuo Fidel Castro.
Con estas declaraciones no solo se convierte en la voz de un dictador, también menosprecia al pueblo cubano. Según la argentina, nuestras víctimas no merecen ser defendidas y por ende respetadas. Sobre Bonafini vuelan sospechas de algunas atrocidades que ha cometido utilizando la causa de los desaparecidos argentinos. Esto deberá evaluarlo el pueblo argentino. Para el cubano solamente exijo respeto.
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