Roberto Ampuero es un reconocido escritor chileno que vivió en carne propia las atrocidades del pinochetismo y el castrismo. Aquí los dejo con un artículo que publicó en la edición digital del periódico El Mercurio donde cuestiona las actitudes ante ambas dictaduras. Su crítica se resume en que "Al final, todas las dictaduras —de izquierda o derecha— son iguales y se parecen incluso en el discurso justificador de su acción". Difícil no estar de acuerdo con él.
Nuevamente las Damas de Blanco son reprimidas por el simple hecho de reclamar la libertad de sus familiares encarcelados. Europa ya ha condenado el acto, mientras seguimos esperando las declaraciones de condena de los países latinoamericanos. Reparen en las caras de odio que tienen los represores en esta serie de fotos que publicó El Mercurio, períodico de Chile, único gobierno de la región que ha denunciado la repudiable situación.
Los cubanos cargamos con un estereotipo que a veces pesa como un estigma. Para el mundo somos una especie que se resume en ron, alegría y baile. Un pueblo capaz de soportar medio siglo de dictadura riendo, que prefiere como solución arrollar tras una conga que nos aleje de los problemas, lejos de casa, de los tuyos, de todo.
Ahora la muerte empieza a identificarnos. Locos, disidentes, sueños, todos muertos. La manta de la decadencia parece habernos vencido. Si antes nos reíamos de cualquier desgracia, recientemente solo encontramos respuestas en la posibilidad de morir. La vida se ha convertido en nuestra única moneda de cambio. Dejamos de vivir para que nos escuchen, obtener derechos o simplemente concluir el martirio.
Otra maldición azota a la isla. Desde que al símbolo de la dictadura le estallaron las entrañas de tanto odio, la podredumbre de su patético final ha ensuciado a la sociedad cubana. Mientras que el viejo dictador balbucea incoherencias, el sentimiento de destrucción cala el alma nacional quizá como otra forma de manipulación soez. El único futuro que aparece en la sociedad cubana, paradojalmente, es la muerte como una posibilidad de cambio.
Recientemente he leído – en el blog de Ichi - cartas de feroz tristeza, de un desprecio total hacia la propia existencia. Finalmente Cuba parece estar muriendo. Su cuerpo ya no encuentra defensas ante una enfermedad de tan larga data. Cada órgano se va depauperando, corroyéndose ante el cáncer de la traición y las promesas no cumplidas. La desidia, el absurdo y el odio han provocado la sepsis total.
La sociedad cubana ya no ríe. En estos momentos escoge morir y llorar las pérdidas. Prefiere fenecer aún respirando o lo que es lo mismo vivir sin sueños. Espero que la tristeza no se vuelva norma pero albergo la esperanza de que al menos sus causas llamen tanto la atención como la alegría de antaño.
He leído en CubaDebate las impresiones de Antonio Skármeta sobre el reciente terremoto en Chile. No tengo quejas sobre ellas, son previsibles, adornadas por su indudable talento y dejan ver someramente la inclinación política del escritor chileno.
Su articulo me ha hecho recordar el día en que conocí a aquella persona de apariencia bonachona y pluma aguda. Fue en el año 1995. Yo era un exiliado recién llegado a Chile, pobre y sin papeles. Trabajaba de camarero en un pomposo restaurante que estaba en el 10290 de la avenida Las Condes, en pleno barrio alto de Santiago. El lugar se llamaba Metro. Era bonito y amplio, tenía dos pisos y en el segundo se vendía comida japonesa.
Un día cualquiera llegó el escritor a comer sushi. Yo no sabía quien era y de no haber sido por su forma de escribir nuca hubiese querido saberlo. Toda la noche se comportó como un bastardo arrogante, hablando entre dientes y sin mirarme a la cara. Siempre con el comentario ácido a flor de labios, mostrando desdén hacia la persona que por hora y media le servía los típicos platos de la comida asiática. En Chile la hostilidad suele ser norma, pero este hombre la llevaba a máximos niveles. Nunca he sabido si su comportamiento fue por reconocer mi acento crudo y fuerte o porque simplemente estaba diseñado para obviar a cualquier ser que no considerara digno de su buen trato.
Después conocí sus obras literarias, de sus vínculos con la izquierda y que incluso había ganado un premio Casa de las Américas. Sentí en carne propia la hipocresía de la intelectualidad izquierdista. Ese hombre de supuesto pensamiento progresista tenía los mismos esquemas mentales del conservador mas acérrimo. Los sirvientes lejos de mi. Oh, gran pensador y conspicuo triunfador.
Con los años, las cosas han cambiado para mí. Ya este déspota disfrazado de bonachón no podrá darme el mismo trato. Espero que nunca más actúe de la misma manera con otra persona. Si algún día me lo encuentro le diré que es sólo otro ser abyecto hambriento de poder. Otro cínico que busca exorcizar sus culpas jugueteando con la izquierda.
El gobierno cubano, ante el hecho irrefutable del asesinato de un preso político, ha comenzado -como es habitual- una campaña de descrédito contra el fallecido y su madre. Primero intenta hacer creer que Orlando Zapata era un preso pródigo en delitos comunes. Conociendo mínimamente la psicología de cualquier delincuente, se conoce que no hay nada más lejano de su comportamiento que la inmolación. Tales personas siempre buscan la manera de sobrevivir e imponerse a cualquier precio, sin reparos éticos ni morales. Las causas de la muerte de Zapata lo alejan abismalmente de este grupo.
En el caso de su madre, ha sido publicado un video que la muestra agradecida con el cuerpo médico que atendió al hijo. Lo primero que habría que destacar es el hecho de que la señora fue grabada en forma oculta y sin su consentimiento. Además de ser una prueba de los procedimientos que utiliza cualquier dictadura, si el gobierno cubano está tan seguro de su inocencia, ¿por qué utiliza estos criticables métodos? No hay que ser muy suspicaz para pensar que a esas alturas la actitud caritativa y comprensiva de los médicos también podría obedecer a una orden explícita del gobierno de no reparar en atenciones para con los familiares, teniendo en cuenta la muerte inminente de Zapata y la previsible reacción internacional que el hecho suscitaría.
Las obligaciones de cualquier galeno, en especial los cacareadamente ‘revolucionarios’, son curar, aliviar o en último caso consolar a sus pacientes. Es lógico que si cumplen con estas elementales funciones cualquier persona involucrada en la enfermedad de un familiar muestre agradecimiento. Con este particular gesto de la madre de Zapata no solo se demuestra su bondad personal, sino también se deja en claro que la oposición de los disidentes cubanos es contra la dictadura y no en contra de ningún otro cubano por confundido o manipulado que esté. Mostrarse hostil contra un médico que piensa diferente, sería reproducir lo mismo que ha llevado a Cuba al descalabro.
En el mismo video y utilizando métodos de invasión de la privacidad que son severamente castigados en casi todos los gobiernos sujetos a derecho, se muestra la grabación de una conversación telefónica. De lo único que se habla en ella es sobre tomar la difícil decisión –por parte de la madre- de asistir a una conferencia de prensa o ir a ver al enfermo Zapata. Decisiones a la que se tiene que enfrentar cualquier persona con responsabilidades importantes sobre sus espaldas.
La oposición a cualquier régimen, para ser efectiva, lógicamente se tiene que mover en el terreno de las reglas del juego político. Esperar de su práctica -por más loable que sea su fin- sólo altruismo y honor caballeresco sería condenarla al fracaso. No establecer estrategias de enfrentamiento y apoyo, especialmente ante gobiernos totalitarios y represivos, convertiría su accionar en el equivalente de intentar atrapar una serpiente venenosa armado solo de un saco para encerrarla.
Los métodos de persecución, represión (no niegan que Reina Tamayo siempre era escoltada por agentes), vigilancia y descréditos mal argumentados son los que sistemáticamente ha empleado la dictadura castrista durante medio siglo. Intentando ocultar su crimen, se delatan como violadores de los derechos más elementales de las personas.
El absurdo que envuelve al caso cubano cada vez es más difícil de dimensionar. En medio de la insostenibilidad de un sistema que se ha ido carcomiendo las entrañas, es asombroso como aún se pretende subsanar –quizá desde un oportunismo latente- lo que por esencia ya no tiene remedio.
Ha surgido un nuevo paladín de lo desatinado. El secretario del partido comunista en Santiago de Cuba es la nueva atracción del circo que es la sociedad isleña. En un video aparece con un discurso lleno de exigencia paternalista, muy enfrascado en solucionar medio siglo de desidia, ineficiencia y desastres económicos. Este hombre se niega a aprender que los sistemas de corte totalitarios, con economías altamente centralizadas e ineficientes han fracasado.
En la noticia se pretende hacer creer que los problemas son generados por la indolencia de las personas. Se obvia que la desidia social imperante se ha generado, entre otras razones, por la ineficacia y pésima gestión del gobierno que este hombre representa. Con ingenuidad casi tontorrona, podría pensarse que el secretario del partido comunista lo que persigue es al menos mejorar un poco las cosas. La realidad es que llevan 50 años de ejercicio en la prueba y el error. Centrados sólo en el mantenimiento del poder a cualquier precio, el castrismo ha asumido el papel al que estaba irremediablemente destinado: ser uno de los últimos capítulos de la caída del comunismo con su inoperancia y represión implícitos.
El video no es más que otro intento por desviar la atención del problema real de Cuba, los déspotas que la han desgobernado durante tanto tiempo. Algo se puede rescatar de las palabras del secretario, el problema de la isla es “que no hay sistema”.
El video lo vi por primera vez en la página de Ichikawa.
El siguiente documental trata sobre lo mismo, lo único que es de hace 30 años.
Argumentar que el paupérrimo desempeño del béisbol cubano en los últimos años se debe a la emigración de sus figuras más talentosas me parece simplista. El éxodo de deportistas podría influir en resultados puntuales –por ejemplo, el fracaso de un campeonato por la súbita pérdida de jugadores vitales - pero no ocasionar daños a tan largo plazo y de gran envergadura.
El futbol argentino y el brasileño sufren constantemente la emigración de los mejores jugadores. Este hecho, sin embargo, no ha evitado que ambos países continúen siendo potencias mundiales en este deporte. Según la verborrea discursiva del gobierno de La Habana, el saqueo por parte de los países ricos del talento regional es lo que evita que el deporte “pobre” obtenga buenos resultados. Otra gran mentira.
En el caso de Argentina existe un trabajo de cantera que garantiza la mantención de la calidad. El éxodo de jugadores es un fenómeno conocido y por tanto se puede controlar y planificar. Por otra parte, la venta de deportistas es una de las fuentes principales de ingresos para la industria futbolera. Lejos de perjudicar la actividad es beneficioso que Argentina sea una exportadora de jugadores. Lo que se hace en las divisiones inferiores del futbol argentino no solo es captar y mejorar la técnica de incipientes talentos, también tiene una función social importante. Brindan –además de la oportunidad de brillar deportivamente- un apoyo educativo que sirve al menos para superar la pobreza de aquellos que no logran llegar al estrellato. Estos programas se financian parcialmente con los beneficios que se obtienen de la exportación de jugadores.
El caso cubano ya tiene problemas profundamente estructurales. Por años se han seguido métodos de entrenamiento ya arcaicos y copiados a los Soviéticos, que por su parte han obtenido buenos resultados en la mayoría de los deportes menos en el béisbol. La dictadura castrista también ha arruinado la calidad beisbolera cubana con la politización y manipulación extremas. Al igual que en la economía nacional, los “experimentos” de los Castro han causado el descalabro de la industria deportiva cubana. Recuerdo cuando empezaron con el tema del entrenamiento en la altura y las consecuencias que trajo la locura para algunos peloteros. Después de vivir a más de 2000 metros sobre el nivel del mar, el gran bateador Orestes Kindelán estuvo como un mes tratando de recuperar su forma física y así la fuerza que le permitía conectar jonrones.
En Cuba el trabajo de cantera prácticamente ya no existe. Como en el paraíso comunista la pobreza es irreal, ya no se busca el talento en los barrios marginales. De esos mismos barrios en otras latitudes salieron Pelé, Maradona y Garrincha. La pelota de manigua, esa que se jugaba descalzo y sin careta el catcher, ha desaparecido. El desmembramiento inevitable de un proyecto ideológico insostenible también ha influido en la ruina de la pelota cubana. Todo en la isla se ha ido derrumbando y con ello también ha ido muriendo nuestra pasión deportiva por excelencia. Mientras tanto no queda otra que seguir viendo brillar a nuestros peloteros desde lejos, a la espera de un batazo salvador que inevitablemente tendremos que dar nosotros mismos.