He leído en CubaDebate las impresiones de Antonio Skármeta sobre el reciente terremoto en Chile. No tengo quejas sobre ellas, son previsibles, adornadas por su indudable talento y dejan ver someramente la inclinación política del escritor chileno.
Su articulo me ha hecho recordar el día en que conocí a aquella persona de apariencia bonachona y pluma aguda. Fue en el año 1995. Yo era un exiliado recién llegado a Chile, pobre y sin papeles. Trabajaba de camarero en un pomposo restaurante que estaba en el 10290 de la avenida Las Condes, en pleno barrio alto de Santiago. El lugar se llamaba Metro. Era bonito y amplio, tenía dos pisos y en el segundo se vendía comida japonesa.
Un día cualquiera llegó el escritor a comer sushi. Yo no sabía quien era y de no haber sido por su forma de escribir nuca hubiese querido saberlo. Toda la noche se comportó como un bastardo arrogante, hablando entre dientes y sin mirarme a la cara. Siempre con el comentario ácido a flor de labios, mostrando desdén hacia la persona que por hora y media le servía los típicos platos de la comida asiática. En Chile la hostilidad suele ser norma, pero este hombre la llevaba a máximos niveles. Nunca he sabido si su comportamiento fue por reconocer mi acento crudo y fuerte o porque simplemente estaba diseñado para obviar a cualquier ser que no considerara digno de su buen trato.
Después conocí sus obras literarias, de sus vínculos con la izquierda y que incluso había ganado un premio Casa de las Américas. Sentí en carne propia la hipocresía de la intelectualidad izquierdista. Ese hombre de supuesto pensamiento progresista tenía los mismos esquemas mentales del conservador mas acérrimo. Los sirvientes lejos de mi. Oh, gran pensador y conspicuo triunfador.
Con los años, las cosas han cambiado para mí. Ya este déspota disfrazado de bonachón no podrá darme el mismo trato. Espero que nunca más actúe de la misma manera con otra persona. Si algún día me lo encuentro le diré que es sólo otro ser abyecto hambriento de poder. Otro cínico que busca exorcizar sus culpas jugueteando con la izquierda.
Su articulo me ha hecho recordar el día en que conocí a aquella persona de apariencia bonachona y pluma aguda. Fue en el año 1995. Yo era un exiliado recién llegado a Chile, pobre y sin papeles. Trabajaba de camarero en un pomposo restaurante que estaba en el 10290 de la avenida Las Condes, en pleno barrio alto de Santiago. El lugar se llamaba Metro. Era bonito y amplio, tenía dos pisos y en el segundo se vendía comida japonesa.
Un día cualquiera llegó el escritor a comer sushi. Yo no sabía quien era y de no haber sido por su forma de escribir nuca hubiese querido saberlo. Toda la noche se comportó como un bastardo arrogante, hablando entre dientes y sin mirarme a la cara. Siempre con el comentario ácido a flor de labios, mostrando desdén hacia la persona que por hora y media le servía los típicos platos de la comida asiática. En Chile la hostilidad suele ser norma, pero este hombre la llevaba a máximos niveles. Nunca he sabido si su comportamiento fue por reconocer mi acento crudo y fuerte o porque simplemente estaba diseñado para obviar a cualquier ser que no considerara digno de su buen trato.
Después conocí sus obras literarias, de sus vínculos con la izquierda y que incluso había ganado un premio Casa de las Américas. Sentí en carne propia la hipocresía de la intelectualidad izquierdista. Ese hombre de supuesto pensamiento progresista tenía los mismos esquemas mentales del conservador mas acérrimo. Los sirvientes lejos de mi. Oh, gran pensador y conspicuo triunfador.
Con los años, las cosas han cambiado para mí. Ya este déspota disfrazado de bonachón no podrá darme el mismo trato. Espero que nunca más actúe de la misma manera con otra persona. Si algún día me lo encuentro le diré que es sólo otro ser abyecto hambriento de poder. Otro cínico que busca exorcizar sus culpas jugueteando con la izquierda.
Ese tipo no juguetea con la izquierda; él ES la izquierda, así son todos ellos: Todos comuñángaras disfrazados con trapitos progre.
ResponderEliminarLa izquierda es un comunismo que no puede lograr una erección.