jueves, 7 de octubre de 2010

Da lo mismo.

Alguien dijo alguna vez que hay pueblos que no quieren gobernar ni ser gobernados, sólo quieren escapar. El deterioro social de Cuba ha llegado al extremo, que ni siquiera se intenta la tercera opción. Una vez obviada la necesidad vital de libertad, todo se reduce al cubanísimo término de resolver.

En la isla todo pasa por la supervivencia instantánea, sólo importa el ahora, vivir la condición mas elemental del ser humano. El hedonismo precario a cualquier precio, poco importa bajo qué circunstancias y utilizando qué medios, todo vale, el problema es ir tirando, ir resolviendo, esa es la norma. La costumbre se arrastra al exilio y en condiciones que exigen otro comportamiento, esta forma de vivir finalmente se marchita alejando peligrosamente la esperada prosperidad. Antiguamente el exilio –principalmente el de Miami- era un ícono de lo que podía lograrse fuera de la isla. Ahora, ahogado en esas malas costumbres, sólo ofrece una imagen de desesperanza y fracaso.

El nihilismo insular es tan grave que ya no se mira a Miami con el hambre de antaño. En buen cubano nadie está para eso mientras haya un trago de ron y exista el Malecón, total, los que están allá se están comiendo un cable, lo único que hacen es trabajar y pagar cuentas. Miami con su nueva gente quejosa, ya no llama la atención.

Es por eso que quizá la emigración hacia Estados Unidos está disminuyendo, más allá de los estudios y el análisis de las estadísticas. El cubano de hoy está aburrido de todo, hastiado de la realidad, pareciera que respirar es su único anhelo, así es muy difícil plantearse una emigración.

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