sábado, 16 de enero de 2010

Fría locura.

El frío siempre pretende desnudar. Da zarpazos que intentan vencer a los abrigos. Busca la piel, fortaleza endeble donde puede ocasionar estragos. Recientemente ha expandido sus dominios y se fue a la conquista de La Habana. Su instinto depredador lo ha llevado sobre víctimas frágiles.

Los resultados del ataque son desoladores. Viejos locos muertos por sus heladas embestidas. Otro viejo loco descubierto en sus mentiras. El sable de hielo desenmascara la cruda realidad cubana. Pobreza, miserias humanas, fragilidad extrema. A las víctimas podría imaginármelas desesperadas, tiritando en la enajenación, esperando el descanso cuerdo del final. Pruebas inertes de una verdad que se descongela.

La mentira fundamental queda desabrigada. Cuba está en la bancarrota. Hospitales raídos, médicos desesperanzados, funcionarios ladrones, indiferencia total ante el sufrimiento ajeno, sobrevivir a cualquier precio. Todas consecuencias del desquicio del loco en jefe. Él no muere de frío porque su humanidad está congelada.

En Haití la tierra destruye al país. Cada ladrillo en el suelo es resultado de una miseria ancestral. En Cuba, el frío hace pública otra miseria. La que se habría de soportar porque las llamadas “conquistas sociales” la compensaban. Ya no hay compensación. Los muertos están dentro de un hospital, un sistema de salud y un país devastado.

Haití sucumbe ante la furia de un terremoto. En Cuba, una navaja de hielo disecciona la realidad. Ambos mueren de miseria, aunque aquella de la mayor de las Antillas se me antoja provocada.


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