lunes, 25 de enero de 2010

Nos están vigilando.

Castro siempre ha sido muy empeñoso en demostrar que tiene control e información sobre todo. Efectivamente ha creado siniestros mecanismos para controlar, pero su principal objetivo es generar la percepción de que todos los cubanos están vigilados. Ha logrado su objetivo. Los cubanos acarreamos con lo que podríamos llamar el síndrome de la sospecha. Aún en el exilio, no pocas veces miramos a otro cubano con recelo, sospechando si es agente o no del aparato de la seguridad cubana.

La manipulación de los medios ha sido vital para lograr tal fin. Primero fue “En silencio ha tenido que ser”. El serial nos inducía a creer que ser espía era un oficio loable y para llegar a ello cualquier sacrificio y mezquindad eran permitidos. Conseguir semejante puesto significaba un honor irrenunciable, al que todos los cubanos deberían aspirar. Algo así como “chivateo, luego existo”. La manipulación del programa llegaba a tal punto que al hijo del agente no le importaba la ausencia del padre, su única preocupación era que éste no fuese un contrarrevolucionario.

Cómo olvidar el abrazo de los actores Mario Balmaseda y Patricio Wood –contacto e hijo del agente respectivamente- al saber este último que su padre era chivatón. Toda la escena tenía por fondo a la universidad de La Habana, de donde no pocos oportunistas chivatos han salido.

Después vino “Día y Noche”. Aquí la chivatonería salía del ámbito del espionaje internacional para centrarse en la delincuencia común. Pretendía generar una paranoia de control general. Hasta los taxistas estaban al servicio del aparato represor. El énfasis en que sólo la delincuencia era permitida estaba claro. La disidencia ni se nos podía ocurrir. Recuerdo la escena en que un caco era apresado y como atenuante aducía que era un “delincuente revolucionario”. La serie tuvo un gran impacto. Estando en Chile, muchos años después, un cienfueguero le decía “el Tavo” a un compatriota que residía en aquel país. Era la forma de manifestar su sospecha acerca del otro, dadas las ambivalencias que mostraba sobre el castrismo. Lo peor es que creo que tenía razón

Esa ha sido una de las maldiciones que Castro ha dejado caer sobre nosotros. Ha sembrado la desconfianza de manera tan profunda que ni siquiera ya podemos unirnos en la simpleza. Cabrera Infante dijo que Fidel Castro se quedó con el todo y nos dejó la nada. Yo creo que además nos permeó el ser.

Aqui les dejo con el patético reclutamiento y peor conflicto interno de Tavo. El desenlace tiene una marcada tendencia gay.

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