A todos los cubanos -estén donde estén- les deseo un buen año 2010.
Para animar el ambiente, aquí los dejo con el momento deportivo que me ha hecho más feliz. Que el 2010 nos traiga democracia, libertad, paz y sobre todo mucha jamaaaaaaaaaaaaaa!!!
Pd: Wispingui, seremos Industrialistas hasta que la Parca nos ponche.
Hace algunos años, irse de Cuba era un acto incorregible y definitivo. Buscando saciar ansias perentorias, que podrían agruparse en el significado más amplio de libertad, partíamos. Esos viajes nos llevaban al no retorno, al desarraigo y lamentablemente al desvínculo emocional con nuestros seres queridos.
En nuestras casas originarias pasábamos a ser habitantes fotográficos, entes que aparecían en los recuerdos, huellas en la memoria que al igual que en la playa, el mar de la lejanía iría borrando. Nos convertimos en los corresponsales de la esperanza, informando año tras año que el futuro existe fuera de Cuba, pero ocultando – quizá por orgullo- que el derecho a usarlo se pagaba en amargas cuotas anuales de tristeza y soledad, monedas que expresan la separación familiar.
Años después y gracias a lo inevitable, pudimos volver. Fuimos cargados de regalos y miedos. En las maletas se llevaban disímiles culpas, muertos a los que no pudimos decirle adiós, padres avejentados y solos, hijos que no vimos crecer y para los que ahora somos un Santa Claus culposo. Durante el tiempo de visita el sufrimiento vivido se camufla entre las anécdotas y recuerdos gratos. Cada instante es un símil de un álbum fotográfico en el que no existen momentos amargos.
Los minutos de la visita finalmente se agotan y volvemos a nuestro estatus de extraño, a exiliarnos nuevamente en el mundo de los recuerdos, a vestirnos de lejano. Poco a poco las nuevas memorias también se irán diluyendo como la bola de nieve que una nieta que vive en tierras frías, le lleva a su abuelo caribeño. Cada gota que desprende el acalorado hielo es un pedazo de nosotros mismos que inevitablemente se evaporará.
Nota de Sergito López publicada en el blog de Emilio Ichikawa.
La memoria te juega malas pasadas. Recientemente me ocurrió con una nota (y un video) que con el título “Si me levanto temprano...Cheo y feliz" insertó en su blog mi viejo amigo Emilio Ichikawa. La nota (y el video) se referían a sus palabras en la Universidad de La Habana durante la discusión de la tesis de Licenciatura “Ideología y revolución: Cuba, 1959-1960”.
Recientemente se han creado – como es hábito – muchas controversias por el actual “intercambio” cultural entre Cuba y USA. Aquí comparto con ustedes un video de Pedro Luis Ferrer en un concierto que ofreció en el año 1995 en el Museo de Bellas Artes. El trovador acababa de llegar de una gira por Miami. Es increíble y penoso como los temas de discusión siguen siendo los mismos. Cuba parece estar atrapada en la pesadilla de despertar cada mañana en el mismo día, con los mismos problemas e iguales miserias.
Mis estudiantes de Sociología en Chile son testigos de la deuda intelectual que tengo con mis antiguos profesores de Filosofía de la Universidad de La Habana. Siempre les comento que en aquellos difíciles años de la Cuba de principios de los noventas y en el contexto de la reapertura de la carrera de Sociología, ellos fueron capaces de provocar nuestra curiosidad intelectual. Evitaban con ello la complacencia o el desánimo con la ciencia social politizada que pretendían imponernos. Así generaron en aquel inquieto grupo de estudiantes las preguntas sin las que, como aprendería de Bourdieu más tarde, la Sociología deja de ser una ciencia que incomoda para convertirse en mera ingeniería social. Emilio Ichikawa fue uno de ellos. Con su particular estilo, irreverente e inquisidor, en ocasiones caótico, nos acompañó durante toda nuestra formación. A veces como amigo, las muchas como profesor. Me atrevo a compartir su intervención en calidad de jurado de nuestra tesis de licenciatura. Pese a la distancia y los quince años que nos separan de aquella ocasión, me alegro que esta grabación no haya sido –junto con las enseñanzas- una de las cosas que dejé en La Habana.
Elia Kazan fue un excelente director de cine. También fue un traidor. Durante el macartismo denunció a sus compañeros de oficio para salvar el pellejo propio. Toda su grandeza artística quedó opacada por la traición cometida. Cuando se le otorgó el Oscar premiando su trayectoria, muchos no estuvieron de acuerdo y lo demostraron sin tan siquiera aplaudirle en la ceremonia de entrega de los premios. Para la mayoría primó el comportamiento valórico por sobre el artístico.
En Cuba muchos artistas han sido igual de traidores. Puede ser que no hayan denunciado a alguien en específico pero ocultar, amparar o defender una dictadura es una traición a gran escala. No basta con cometer tal insulto ético, sino que ahora van a mostrar su “arte” al lugar donde vive el exilio cubano más radical y quizá también el más maltratado. Sus espectáculos siguen siendo otra manera de ocultar la miseria y el sufrimiento del pueblo isleño. No importa si firmaron una carta que justifica un fusilamiento, si adoran a Fidel Castro, o si mueven los culos desenfrenadamente para mejorarse la vida, mostrando una Cuba que solo existe en sus cerebros llenos de cadenas de oro y ropa Dolce & Gabbana. Todos cargan con la misma cuota de culpabilidad.
Paradojalmente todos los que ahora gozan de los beneficios de actuar en Miami, han sido defensores del horror que comandan los Castro. Hablan de puentes, de ausencia de criterios políticos cuando en muchas ocasiones apoyaron al creador del abismo y de la politización total. Desde la liviandad oportunista, aprovechan cualquier resquicio para sacar dividendos personales aunque éstos sean paupérrimos y sesgados por el amo dictatorial.
Kazan pudo sortear su abyecta actitud por el gran talento que poseía. Muchos de los malos cubanos que siguen su ejemplo no tienen tal arma. Estos traidores tropicales podrían ser una inspiración póstuma para el director en su película Nido de ratas.
Después de que el dictador Augusto Pinochet cediera el poder empujado por el resultado del plebiscito de 1989, en Chile todos los gobiernos que le sucedieron han provenido de una coalición de centro izquierda. En las recientes elecciones presidenciales, las que se definirán en segunda vuelta en enero del año próximo, Sebastián Piñera tiene grandes probabilidades de ser el primer presidente de derecha desde la caída de la dictadura.
La derecha chilena carga con lastres muy pesados. Por un lado, estuvo estrechamente vinculada con la dictadura de Pinochet y por ende tiene una cuota de responsabilidad en todos los horrores que se cometieron. También se le acusa de ser extremadamente conservadora, con relaciones muy cercanas con la Iglesia Católica y ceñida a comportamientos valóricos ya arcaicos. Por último, el modelo económico que se instauró en Chile durante los años de dictadura -que generó las grandes desigualdades sociales que sufre el país- encontró en los militantes de este colectivo sus más acérrimos defensores.
Teniendo en cuenta el entorno descrito, cuáles serían los principales retos de un futuro gobierno encabezado por Piñera. El candidato presidencial debería, en primer lugar, romper con esa imagen demoníaca que carga la derecha chilena. Este hombre que para el plebiscito simpatizó con la opción de no continuar bajo el mando del dictador, fue capaz de crear un distanciamiento sano con la derecha mas radical. Es su responsabilidad propiciar un acercamiento, demostrar que la derecha chilena puede ser democrática, integradora y progresista. Otra labor ineludible sería considerar a la Iglesia sólo en el papel social que le corresponde y no convertirla en el comisario de una moralidad que ya no representa a gran parte de la sociedad chilena.
En Chile para calificar a una persona que es de fiar se le dice: este tipo es derecho. Sebastián Piñera es un empresario exitoso que amasa una gran fortuna. Es de esperar que no gobierne al país como a una empresa en la que esencialmente todo se evalúa en oportunidades, costos y beneficios. Los ciudadanos no pueden ser despedidos de la sociedad porque los números andan mal, por variaciones del mercado o por el maldito infortunio personal. Para gobernar, Piñera tendrá que ser derecho y entender que cada uno de los habitantes de un país tienen que ser empleados vitalicios de una vida digna y eso se logra con políticas solidarias e inclusivas. Si alcanza al menos cifras decentes en esos aspectos, es seguro que las acciones de la derecha chilena tenderán al alza.
A principio de los años noventa se hicieron en La Habana varias versiones teatrales del cuento de Senel Paz, El lobo, el bosque y el hombre nuevo. En una de ellas, el personaje homosexual ante la dura decisión del exilio, enumeraba ciertas cosas sin las que le costaría mucho vivir. La lista incluía el hecho hilarante de ver repetidas veces la supuesta última actuación de Alicia Alonso. Efectivamente, la bailarina se oponía a dar por terminada su carrera. En las postrimerías de su trayectoria artística verla bailar era patético. Parecía una pava de muslos ya vencidos, daba tumbos buscando de manera infructuosa la clase y virtuosidad de otrora.
Ahora Fidel Castro pretende imitar el ejemplo de la añosa bailarina. Se opone testarudamente a desaparecer de escena. El público que en otras épocas lo adoró y que irracionalmente le perdona todos los excesos, en la actualidad quiere remitirlo definitivamente al mundo de los recuerdos. En una actitud protectora, inconscientemente buscan que el anciano dictador no siga acumulando lodo sobre su existencia. Como la bailarina, Castro insiste en no dejar las tablas desde las que, con sus manipuladoras actuaciones, sometió y laceró al pueblo cubano. Cada nueva aparición es una representación tragicómica que lo sitúa ya no solo como el tirano de siempre sino como un anciano senil que claramente balbucea incoherencias. Fotos y videos lo muestran con sonrisas forzadas que buscan suavizar la imagen prepotente que siempre lo acompañó, pretendiendo disimular la hosquedad de su expresión.
Por estos días y teniendo como maestro de ceremonias al demente presidente de Venezuela, se pretende que Castro haga una nueva aparición. Pobre favor le podría hacer el anciano a la nueva izquierda que gobierna mayoritariamente en América Latina. Lo único que conseguiría aportar serían maquiavélicos métodos para ejercer el poder de forma vitalicia y maligna. Pero ya no puede, su desvencijado cerebro chapotea en los delirios de grandeza y magnificadas viejas proezas. Trastabilla con frases sin sentido, imposibilitado de ejecutar las piruetas mediáticas de antaño. Sólo queda esperar que como Alicia Alonso, Castro definitivamente se aleje de los escenarios, para que tranquilamente sumido en su demencia reciba el escarnio de la historia.
Díez años antes del triunfo de la revolución cubana un hecho deleznable aconteció en La Habana. Varios marines norteamericanos en estado de embriaguez recorrían la ciudad. Uno de ellos se trepó en la estatua de Martí situada en el Parque Central y una vez que alcanzó la cabeza del prócer cubano, orinó encima del monumento. El hecho se convirtió en ícono de los ultrajes que no deberían permitirse en una nación plena y libre.
En el año 1959 la revolución cubana se imponía con una carga excesiva de romanticismo y con promesas de reivindicación nacional. Cincuenta años después es evidente que aquellos discursos, llenos de adornos nacionalistas, sólo eran un mecanismo de manipulación del dictador Fidel Castro. En la actualidad Cuba, como nunca antes, es ultrajada e irrespetada por los extranjeros. La degradación ha llegado a tal punto que es frecuente escuchar que si bien antes de 1959 Cuba era conocida como el prostíbulo de Estados Unidos, ahora lo es del mundo.
El 30 de noviembre pasado, unos populares artistas cubanos se vieron involucrados en un accidente automovilístico con unos diplomáticos sudafricanos. Los extranjeros conducían borrachos y durante el altercado intentaron atropellar a uno de los artistas. La policía nacional obvió el hecho como un intento de asesinato y las cosas quedaron como si no hubiese pasado nada. Fidel Castro además de arrebatarnos los mas elementales derechos, de haber llevado a Cuba a la bancarrota económica y moral, de dividirnos lacerantemente, también nos ha dejado a merced de nuevos ultrajes sin la menor capacidad de respuesta. Si antes orinaban sobre las estatuas de nuestros héroes, ahora defecan sobre la dignidad de un pueblo que no puede seguir padeciendo. El gobierno de los Castro ha subido a la sociedad cubana en el lomo de un cangrejo, cada paso es un retroceso inevitable que nos aleja de las añejas promesas. Esas que fallidamente intentan justificar medio siglo de desventuras.
Reinaldo Escobar, el esposo de la premiada bloguera cubana Yoani Sánchez, el pasado 21 de noviembre fue víctima de una encerrona de la peor calaña. Este señor pretendía recibir explicaciones del esbirro de la dictadura de los Castro, que días antes había golpeado a su esposa. Su intención era aclarar el por qué de tan cobarde comportamiento. Reinaldo, seguramente tragándose los deseos de romperle la cara al sicario, fue consecuente con el pensamiento de civilidad que profesa el matrimonio y optó por resolver el problema mediante una conversación, mediante un duelo verbal.
Fue así que citó al cobarde maltratador de mujeres a una esquina habanera. Lo esperó con parsimonia, pero como era de esperar no apareció. En su lugar, el gobierno totalitario de Cuba organizó un circo en torno al hecho. Con comparsa incluida, una turba de histéricos irracionales comenzaron a gritar las mismas estúpidas consignas de siempre. Había un joven con un micrófono que fungía como maestro de ceremonias de aquella absurda barbarie. Gritaba desaforadamente e indicaba el eslogan que debía vociferar la muchedumbre. Reinaldo estaba prácticamente sólo, escasamente contaba con un minúsculo grupo de amigos que intentaban protegerlo de aquella desigual situación.
Cualquier cubano con dos dedos de frente podría argumentar: ¿de qué te asombras?, y su argumento sería poderoso. Después de medio siglo de abusos y terror, nada debería sorprender. Sin embargo, algo llama la atención. ¿Por qué esa masa de personas, en su mayoría jóvenes, actúan de tal manera? Creo que la excusa de la manipulación del sistema ya no es válida. La mayoría de las personas en Cuba ya son concientes de las nuevas reglas del juego. El oro está en otra parte, no en el malgastado arribismo político. ¿Por qué tanto odio visceral, tanta violencia e irracionalidad? A lo mejor el deterioro moral y valórico en que ha sido sumida la sociedad cubana como consecuencia de las prácticas de un sistema arcaico, corrupto y totalitario, han provocado la ceguera ética de los acosadores. Creo que lo peor radica en el irraciocinio oportunista. La mayoría de los que allí gritaban y agredían a un hombre indefenso, cuando tienen la primera oportunidad emigran de la isla. Muchos tendrían como destino Miami y una vez allí, con caras angelicales, piden asilo político. Así usufructúan de leyes que pretenden proteger a las personas que son perseguidas y sometidas a los abusos que ellos mismos cometieron en el pasado.
Estimo que el castigo ante este oportunismo tiene que ser la identificación de los agresores. Las imágenes están disponibles e incluso el nombre de algunos de ellos. Los gobiernos que amablemente otorgan asilo a los cubanos que escapan de la dictadura, deberían prohibir la entrada a estos esbirros de poca monta. Se sabe quiénes son y qué han hecho. Si ellos vociferan que las calles cubanas solo deben ser transitadas por los adeptos a Fidel Castro, entonces los que vivimos fuera de Cuba exigimos que las calles de los países que nos acogen sean solo para personas que no comulguen con el horror y formen parte de él.