Reinaldo Escobar, el esposo de la premiada bloguera cubana Yoani Sánchez, el pasado 21 de noviembre fue víctima de una encerrona de la peor calaña. Este señor pretendía recibir explicaciones del esbirro de la dictadura de los Castro, que días antes había golpeado a su esposa. Su intención era aclarar el por qué de tan cobarde comportamiento. Reinaldo, seguramente tragándose los deseos de romperle la cara al sicario, fue consecuente con el pensamiento de civilidad que profesa el matrimonio y optó por resolver el problema mediante una conversación, mediante un duelo verbal.
Fue así que citó al cobarde maltratador de mujeres a una esquina habanera. Lo esperó con parsimonia, pero como era de esperar no apareció. En su lugar, el gobierno totalitario de Cuba organizó un circo en torno al hecho. Con comparsa incluida, una turba de histéricos irracionales comenzaron a gritar las mismas estúpidas consignas de siempre. Había un joven con un micrófono que fungía como maestro de ceremonias de aquella absurda barbarie. Gritaba desaforadamente e indicaba el eslogan que debía vociferar la muchedumbre. Reinaldo estaba prácticamente sólo, escasamente contaba con un minúsculo grupo de amigos que intentaban protegerlo de aquella desigual situación.
Cualquier cubano con dos dedos de frente podría argumentar: ¿de qué te asombras?, y su argumento sería poderoso. Después de medio siglo de abusos y terror, nada debería sorprender. Sin embargo, algo llama la atención. ¿Por qué esa masa de personas, en su mayoría jóvenes, actúan de tal manera? Creo que la excusa de la manipulación del sistema ya no es válida. La mayoría de las personas en Cuba ya son concientes de las nuevas reglas del juego. El oro está en otra parte, no en el malgastado arribismo político. ¿Por qué tanto odio visceral, tanta violencia e irracionalidad? A lo mejor el deterioro moral y valórico en que ha sido sumida la sociedad cubana como consecuencia de las prácticas de un sistema arcaico, corrupto y totalitario, han provocado la ceguera ética de los acosadores. Creo que lo peor radica en el irraciocinio oportunista. La mayoría de los que allí gritaban y agredían a un hombre indefenso, cuando tienen la primera oportunidad emigran de la isla. Muchos tendrían como destino Miami y una vez allí, con caras angelicales, piden asilo político. Así usufructúan de leyes que pretenden proteger a las personas que son perseguidas y sometidas a los abusos que ellos mismos cometieron en el pasado.
Fue así que citó al cobarde maltratador de mujeres a una esquina habanera. Lo esperó con parsimonia, pero como era de esperar no apareció. En su lugar, el gobierno totalitario de Cuba organizó un circo en torno al hecho. Con comparsa incluida, una turba de histéricos irracionales comenzaron a gritar las mismas estúpidas consignas de siempre. Había un joven con un micrófono que fungía como maestro de ceremonias de aquella absurda barbarie. Gritaba desaforadamente e indicaba el eslogan que debía vociferar la muchedumbre. Reinaldo estaba prácticamente sólo, escasamente contaba con un minúsculo grupo de amigos que intentaban protegerlo de aquella desigual situación.
Cualquier cubano con dos dedos de frente podría argumentar: ¿de qué te asombras?, y su argumento sería poderoso. Después de medio siglo de abusos y terror, nada debería sorprender. Sin embargo, algo llama la atención. ¿Por qué esa masa de personas, en su mayoría jóvenes, actúan de tal manera? Creo que la excusa de la manipulación del sistema ya no es válida. La mayoría de las personas en Cuba ya son concientes de las nuevas reglas del juego. El oro está en otra parte, no en el malgastado arribismo político. ¿Por qué tanto odio visceral, tanta violencia e irracionalidad? A lo mejor el deterioro moral y valórico en que ha sido sumida la sociedad cubana como consecuencia de las prácticas de un sistema arcaico, corrupto y totalitario, han provocado la ceguera ética de los acosadores. Creo que lo peor radica en el irraciocinio oportunista. La mayoría de los que allí gritaban y agredían a un hombre indefenso, cuando tienen la primera oportunidad emigran de la isla. Muchos tendrían como destino Miami y una vez allí, con caras angelicales, piden asilo político. Así usufructúan de leyes que pretenden proteger a las personas que son perseguidas y sometidas a los abusos que ellos mismos cometieron en el pasado.
Estimo que el castigo ante este oportunismo tiene que ser la identificación de los agresores. Las imágenes están disponibles e incluso el nombre de algunos de ellos. Los gobiernos que amablemente otorgan asilo a los cubanos que escapan de la dictadura, deberían prohibir la entrada a estos esbirros de poca monta. Se sabe quiénes son y qué han hecho. Si ellos vociferan que las calles cubanas solo deben ser transitadas por los adeptos a Fidel Castro, entonces los que vivimos fuera de Cuba exigimos que las calles de los países que nos acogen sean solo para personas que no comulguen con el horror y formen parte de él.
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