Después de que el dictador Augusto Pinochet cediera el poder empujado por el resultado del plebiscito de 1989, en Chile todos los gobiernos que le sucedieron han provenido de una coalición de centro izquierda. En las recientes elecciones presidenciales, las que se definirán en segunda vuelta en enero del año próximo, Sebastián Piñera tiene grandes probabilidades de ser el primer presidente de derecha desde la caída de la dictadura.
La derecha chilena carga con lastres muy pesados. Por un lado, estuvo estrechamente vinculada con la dictadura de Pinochet y por ende tiene una cuota de responsabilidad en todos los horrores que se cometieron. También se le acusa de ser extremadamente conservadora, con relaciones muy cercanas con la Iglesia Católica y ceñida a comportamientos valóricos ya arcaicos. Por último, el modelo económico que se instauró en Chile durante los años de dictadura -que generó las grandes desigualdades sociales que sufre el país- encontró en los militantes de este colectivo sus más acérrimos defensores.
Teniendo en cuenta el entorno descrito, cuáles serían los principales retos de un futuro gobierno encabezado por Piñera. El candidato presidencial debería, en primer lugar, romper con esa imagen demoníaca que carga la derecha chilena. Este hombre que para el plebiscito simpatizó con la opción de no continuar bajo el mando del dictador, fue capaz de crear un distanciamiento sano con la derecha mas radical. Es su responsabilidad propiciar un acercamiento, demostrar que la derecha chilena puede ser democrática, integradora y progresista. Otra labor ineludible sería considerar a la Iglesia sólo en el papel social que le corresponde y no convertirla en el comisario de una moralidad que ya no representa a gran parte de la sociedad chilena.
En Chile para calificar a una persona que es de fiar se le dice: este tipo es derecho. Sebastián Piñera es un empresario exitoso que amasa una gran fortuna. Es de esperar que no gobierne al país como a una empresa en la que esencialmente todo se evalúa en oportunidades, costos y beneficios. Los ciudadanos no pueden ser despedidos de la sociedad porque los números andan mal, por variaciones del mercado o por el maldito infortunio personal. Para gobernar, Piñera tendrá que ser derecho y entender que cada uno de los habitantes de un país tienen que ser empleados vitalicios de una vida digna y eso se logra con políticas solidarias e inclusivas. Si alcanza al menos cifras decentes en esos aspectos, es seguro que las acciones de la derecha chilena tenderán al alza.
La derecha chilena carga con lastres muy pesados. Por un lado, estuvo estrechamente vinculada con la dictadura de Pinochet y por ende tiene una cuota de responsabilidad en todos los horrores que se cometieron. También se le acusa de ser extremadamente conservadora, con relaciones muy cercanas con la Iglesia Católica y ceñida a comportamientos valóricos ya arcaicos. Por último, el modelo económico que se instauró en Chile durante los años de dictadura -que generó las grandes desigualdades sociales que sufre el país- encontró en los militantes de este colectivo sus más acérrimos defensores.
Teniendo en cuenta el entorno descrito, cuáles serían los principales retos de un futuro gobierno encabezado por Piñera. El candidato presidencial debería, en primer lugar, romper con esa imagen demoníaca que carga la derecha chilena. Este hombre que para el plebiscito simpatizó con la opción de no continuar bajo el mando del dictador, fue capaz de crear un distanciamiento sano con la derecha mas radical. Es su responsabilidad propiciar un acercamiento, demostrar que la derecha chilena puede ser democrática, integradora y progresista. Otra labor ineludible sería considerar a la Iglesia sólo en el papel social que le corresponde y no convertirla en el comisario de una moralidad que ya no representa a gran parte de la sociedad chilena.
En Chile para calificar a una persona que es de fiar se le dice: este tipo es derecho. Sebastián Piñera es un empresario exitoso que amasa una gran fortuna. Es de esperar que no gobierne al país como a una empresa en la que esencialmente todo se evalúa en oportunidades, costos y beneficios. Los ciudadanos no pueden ser despedidos de la sociedad porque los números andan mal, por variaciones del mercado o por el maldito infortunio personal. Para gobernar, Piñera tendrá que ser derecho y entender que cada uno de los habitantes de un país tienen que ser empleados vitalicios de una vida digna y eso se logra con políticas solidarias e inclusivas. Si alcanza al menos cifras decentes en esos aspectos, es seguro que las acciones de la derecha chilena tenderán al alza.
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