Por la Sra. Kovacs
Mis estudiantes de Sociología en Chile son testigos de la deuda intelectual que tengo con mis antiguos profesores de Filosofía de la Universidad de La Habana. Siempre les comento que en aquellos difíciles años de la Cuba de principios de los noventas y en el contexto de la reapertura de la carrera de Sociología, ellos fueron capaces de provocar nuestra curiosidad intelectual. Evitaban con ello la complacencia o el desánimo con la ciencia social politizada que pretendían imponernos. Así generaron en aquel inquieto grupo de estudiantes las preguntas sin las que, como aprendería de Bourdieu más tarde, la Sociología deja de ser una ciencia que incomoda para convertirse en mera ingeniería social. Emilio Ichikawa fue uno de ellos. Con su particular estilo, irreverente e inquisidor, en ocasiones caótico, nos acompañó durante toda nuestra formación. A veces como amigo, las muchas como profesor. Me atrevo a compartir su intervención en calidad de jurado de nuestra tesis de licenciatura. Pese a la distancia y los quince años que nos separan de aquella ocasión, me alegro que esta grabación no haya sido –junto con las enseñanzas- una de las cosas que dejé en La Habana.
Emilio Ichikawa es uno de nuestros grandes intelectuales que, como intelectual y como grande, no tiene cabida bajo la más feroz y corrupta tiranía que ha parido este hemisferio.
ResponderEliminarArmando de Armas
La inteligencia da bondad, justicia y hermosura; como un ala, levanta el espíritu; como una corona, hace monarca al que la ostenta.
ResponderEliminarJosé Martí