lunes, 11 de enero de 2010

Algo personal.

El oportunismo no tiene límites. Es la solución del mediocre, la salvación del que no comprende que sin sacrificios no hay ganancias. El gobierno cubano ha sofisticado hasta el punto de la perfección tal práctica.

Ante lo incierto de una dictadura que ya ha perdido su soporte simbólico, que hace más de una década que juguetea entre dos aguas, muchos están desesperados. No conciben la vida sin la ligereza, quieren seguir viviendo ajustándose a sus propias conveniencias, no se pueden permitir definiciones radicales. No pueden elegir. Se han acostumbrado a vivir con la doble moral, un mal que lamentablemente ya es parte de la idiosincrasia cubana. Le tienen miedo no sólo a lo que significa el sueño americano –véase el artículo El odio envejece en Miami-, le temen también a cualquier forma onírica porque un oportunista no sueña, solo aprende a vivir de migajas, a ser un títere. Prefieren la seguridad que significa que otros muevan los hilos ante el sacrificio de asumir el riesgo propio. Las marionetas reciben aplausos, beneficios, se bañan de oropel, pero al final del día descansan bajo la abyecta complacencia de que el responsable último es el titiritero.

No es de extrañar que estos tipos florezcan. Están en cualquier parte, en Cuba, Miami, Madrid, o en la Cochinchina. Tienen miedo, el cuento se acaba y para ellos no habrá créditos. Patalean porque los hilos que controlan sus actos no se rompan. Ya no saben ser otra cosa, sólo parásitos que sin las vidas verdaderas no pueden subsistir. Como diría Serrat, entre esos tipos y yo hay algo personal.

1 comentario:

  1. Brillante, no es personal, es solo negocios, pero si tocas a uno de los mios si es personal.

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