Una amiga de infancia a principios de los noventas se hizo jinetera. Vivía al lado de la casa de una tía y teníamos buenas relaciones. Ante la crisis extrema de aquellos años decidió un buen día salir a la calle, pararse en el Malecón y ver que pasaba. Pronto conoció a un italiano, estableció relaciones medianamente duraderas con él y al cabo de un brevísimo tiempo partió al país de Sofía Loren.
Lo curioso de esto es que no recuerdo haberle dicho que no se convirtiera en prostituta. Su madre al parecer tampoco. Por el contrario, mi amiga era una especie de heroína. La progenitora parecía orgullosa, súbitamente ser puta era un honor. La dictadura de Castro no sólo había provocado la ruina económica, también había trastocado los valores tradicionales a un punto inimaginable. Veíamos en ella a una triunfadora, una guerrera que lograba salir del infierno a cualquier precio. Nadie reparó en cuanto europeo de baja calaña tuvo que soportar, o a cuanto latino libidinoso con camisetas del Che le alimentó un miserable ego tercermundista.
Mi amiga fue una precursora del jineterismo clásico. Años después Fidel Castro, cínicamente, las llamaría ilustradas. Bajo su dominio, Cuba seguía siendo un prostíbulo internacional. Ahora se sumaba la frustración de que las nuevas prostitutas eran personas instruidas que no encontraban otra forma de sobrevivir. Más tarde se generaron nuevas formas de prostitución.
Aparecieron las jineteras de iglesias o eclesiásticas. Modositas de sangre caliente. Se acercan a los templos a la espera de alguna delegación extranjera. Con disfraces de ovejas pretenden engatusar a algún creyente de otros lares. Si la suerte acompaña, en poco tiempo logran salir del país utilizando las mismas técnicas antiguas. Putas mas discretas, menos sacrificadas, más hipócritas.
También surgieron las jineteras académicas. Las más ilustradas de todas. Profesionales cuyo primer paso es conseguirse estudios en el extranjero. Siempre cuidadosas y calculadoras. Nada de pasos en falso ni estúpidos romanticismos. La idea es clara, conseguir en tierras foráneas un condiscípulo extranjero, de preferencia del primer mundo – nada de pobreza- que les abra una puerta de salida de Cuba. Es vital para ellas mantener vínculos con el chulo mayor, el Estado Castrista. Muchas son arrastradas al insomnio, en las noches, el recuerdo de algún novio de la universidad las atormenta. Se despiertan sudorosas y excitadas, reconociendo que los gemidos en su acento están solamente en los sueños
A mi amiga de infancia nunca más la he visto. Sé que sigue con el mismo italiano y que pretende – como todos- ser feliz. Para ello, hace muchos años dio el primer paso, escoger la autenticidad.
Lo curioso de esto es que no recuerdo haberle dicho que no se convirtiera en prostituta. Su madre al parecer tampoco. Por el contrario, mi amiga era una especie de heroína. La progenitora parecía orgullosa, súbitamente ser puta era un honor. La dictadura de Castro no sólo había provocado la ruina económica, también había trastocado los valores tradicionales a un punto inimaginable. Veíamos en ella a una triunfadora, una guerrera que lograba salir del infierno a cualquier precio. Nadie reparó en cuanto europeo de baja calaña tuvo que soportar, o a cuanto latino libidinoso con camisetas del Che le alimentó un miserable ego tercermundista.
Mi amiga fue una precursora del jineterismo clásico. Años después Fidel Castro, cínicamente, las llamaría ilustradas. Bajo su dominio, Cuba seguía siendo un prostíbulo internacional. Ahora se sumaba la frustración de que las nuevas prostitutas eran personas instruidas que no encontraban otra forma de sobrevivir. Más tarde se generaron nuevas formas de prostitución.
Aparecieron las jineteras de iglesias o eclesiásticas. Modositas de sangre caliente. Se acercan a los templos a la espera de alguna delegación extranjera. Con disfraces de ovejas pretenden engatusar a algún creyente de otros lares. Si la suerte acompaña, en poco tiempo logran salir del país utilizando las mismas técnicas antiguas. Putas mas discretas, menos sacrificadas, más hipócritas.
También surgieron las jineteras académicas. Las más ilustradas de todas. Profesionales cuyo primer paso es conseguirse estudios en el extranjero. Siempre cuidadosas y calculadoras. Nada de pasos en falso ni estúpidos romanticismos. La idea es clara, conseguir en tierras foráneas un condiscípulo extranjero, de preferencia del primer mundo – nada de pobreza- que les abra una puerta de salida de Cuba. Es vital para ellas mantener vínculos con el chulo mayor, el Estado Castrista. Muchas son arrastradas al insomnio, en las noches, el recuerdo de algún novio de la universidad las atormenta. Se despiertan sudorosas y excitadas, reconociendo que los gemidos en su acento están solamente en los sueños
A mi amiga de infancia nunca más la he visto. Sé que sigue con el mismo italiano y que pretende – como todos- ser feliz. Para ello, hace muchos años dio el primer paso, escoger la autenticidad.
Hola Kovac, genial...como me estaba perdiendo todo esto? Se te agradece mucho..cada palabra por nuestra hiriente mudez. Gracias. TL
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