Yoani Sánchez describe en la entrada Isla con exceso de equipaje de su blog, el drama que padecen los cubanos en los controles de aduana de la isla. Abandonar Cuba es un sufrimiento pero regresar se torna un padecimiento. La alegría de volver a ver a los seres queridos siempre se ve empañada por la epopeya que significa sortear el trámite aduanero. Entre acordes de son, afiches de una Cuba inventada y anuncios comerciales de ron, aparecen los funcionarios de aduana, todos vestidos de militares, demostrando la cruda realidad, la isla sitiada por un grupo de seniles y totalitarios “guerrilleros”.
Por este proceso pasan cuatro categorías de humanos establecidas por la arbitrariedad de las instituciones cubanas. Los extranjeros, por lo general no atraviesan por problema alguno. Pero si cometen el fatal error de viajar con mucho equipaje o simplemente mostrarse amables, rápidamente los agentes de aduana caen sobre ellos como hienas en busca de la carroña occidental. Le siguen las subcategorías de cubanos. La encabezan los oficialistas, esos disfrutan de privilegios, traen todo lo que necesitan para seguir “gozando en la Habana” y pagan los excesos en la paupérrima moneda nacional. Los que salieron por cuenta propia y por la causa que fuere vuelven, son presionados un poco más. Siempre hay alguna manera de sacar algo de ellos, “un regalito” y el pago en la moneda isleña les exonera de sufrimientos mayores. El regreso parece ser su principal castigo. Por último, aparecen los “cubanus exiliadus”, alimento vital de esas alimañas llamadas agentes aduaneros. Sobre ellos cae toda la manada de inescrupulosos y corruptos funcionarios, criaturas moldeadas por el castrismo, cubanos que comen cubanos. De esta subespecie sacan todo el dinero que necesitan para vivir como reyes y hasta ahorrar un poco para cuando la cosa se ponga negra emigrar también, usufructuando del sufrimiento y el sudor ajenos.
Por este proceso pasan cuatro categorías de humanos establecidas por la arbitrariedad de las instituciones cubanas. Los extranjeros, por lo general no atraviesan por problema alguno. Pero si cometen el fatal error de viajar con mucho equipaje o simplemente mostrarse amables, rápidamente los agentes de aduana caen sobre ellos como hienas en busca de la carroña occidental. Le siguen las subcategorías de cubanos. La encabezan los oficialistas, esos disfrutan de privilegios, traen todo lo que necesitan para seguir “gozando en la Habana” y pagan los excesos en la paupérrima moneda nacional. Los que salieron por cuenta propia y por la causa que fuere vuelven, son presionados un poco más. Siempre hay alguna manera de sacar algo de ellos, “un regalito” y el pago en la moneda isleña les exonera de sufrimientos mayores. El regreso parece ser su principal castigo. Por último, aparecen los “cubanus exiliadus”, alimento vital de esas alimañas llamadas agentes aduaneros. Sobre ellos cae toda la manada de inescrupulosos y corruptos funcionarios, criaturas moldeadas por el castrismo, cubanos que comen cubanos. De esta subespecie sacan todo el dinero que necesitan para vivir como reyes y hasta ahorrar un poco para cuando la cosa se ponga negra emigrar también, usufructuando del sufrimiento y el sudor ajenos.
Estos funcionarios se ensañan sin piedad, no importa si es una anciana o un inexperto adolescente. Menos aún si son compatriotas. Muerden sin clemencia, se disputan el botín, al final del día van a sus casas como si nada hubiera pasado. El gobierno de la isla los ampara y ellos son la primera línea en la larga cadena de represión. Castro siempre ha escondido su ineficacia detrás de la miope política exterior de Estados Unidos. El embargo económico ha sido su comodín para justificar el gobierno de horror. La realidad es otra, el embargo no funciona en absoluto y el que bloquea a Cuba es el mismo Fidel Castro. Todo lo que llevan los cubanos que vuelven a la isla de alguna manera alivia la cruda realidad de los que allí viven. Castro no lo ve así y adiestra a sus cancerberos, los instruye en la antropofagia provocando que en su isla comunista sea donde principalmente el hombre se alimente del hombre.
Espero que los aduaneros comprendan que el robo, la extorsión y el abuso de poder son delitos. La ley en algún momento deberá ocuparse de estos temas. El juicio moral ya tiene sentencia, son tan culpables como el peor torturador.
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